Uno de los retos más importantes de la vida en el mundo digital es el de centrar nuestra atención en las actividades que debemos hacer para cumplir con los objetivos que anhelamos.
Como lo afirma el psicólogo Daniel Goleman, el atractivo de las pantallas para nuestra juventud está haciendo que ese foco de atención se resista a cualquier esfuerzo prolongado. La práctica de soñar y plantear proyectos de largo plazo en medio del aburrimiento se hace más difícil porque el cerebro está continuamente expuesto a un bombardeo de dopamina permanente del cual es difícil apartarse. Quizás más importante aún: si tenemos tres campos atencionales -interno, externo y el interpersonal- es evidente cómo en términos generales a los niños hoy en día les cuesta más trabajo interactuar con otros y empatizar – entender cómo se está sintiendo otra persona.
En nuestras clases de golf en la Costa del Sol al sur de España en Andalucía ponemos especial énfasis en cuatro elementos: En primer lugar el contacto visual con nuestros estudiantes facilita la conexión emocional, especialmente cuando comenzamos una clase con preguntas reflexivas y exploratorias sobre sus fortalezas y virtudes como deportistas y golfistas. Esto parece un detalle menor, pero se ha vuelto complejo desarrollar una relación entre profesor y alumno de confianza que permita exigir un nivel de esfuerzo alto pero razonable y condicional a la fase de desarrollo del jugador de golf. Si logramos conectarnos emocionalmente con los niños y adolescentes desde el primer momento que interactuamos con ellos, van a responder mejor a la exigencia de disciplina que impulse su desarrollo deportivo. El contacto visual, las preguntas reflexivas apreciativas y las emociones que se transmitan en esa comunicación son el primer paso para desarrollar esa confianza.
En segundo lugar, en nuestra academia de golf, Black Iron Golf Academy, y en todas nuestras clases de golf vemos golfistas con personalidades disímiles y que responden bien a diferentes tipos de enseñanza. Podemos decir que algunos jugadores junior tienen una orientación más verbal que otra y no se animan a hacer un cambio sino hasta que lo entienden conceptualmente. Otros jugadores tienen que sentir el movimiento, limitando incluso la cantidad de información que se les ofrece. Algunos trabajan mejor con drills; otros se orientan mejor con la guía del instructor en su cuerpo haciendo movimientos en cámara lenta. De cualquier manera, saber cómo aprende mejor un jugador es importante para optimizar el tiempo de la clase de golf y para que el jugador la disfrute plenamente. Para nuestra juventud, es vital saber cómo aprende mejor cada niño o adolescente puesto que la ventana para captar y retener su interés es estrecha.
El tercer elemento de nuestra aproximación pedagógica a la enseñanza en las clases de golf incluye un análisis meticuloso en la planificación para diseñar actividades y retos para que el nivel de dificultad y relevancia de una actividad optimice el interés del jugador en terminarla y hacerla lo mejor posible. Solo así podemos generar un estímulo en la coordinación y el sistema motor del golfista, estímulo que cuando ocurre de manera consistente, con el adecuado descanso especialmente mental, cambia la calidad del gesto motor golfístico y nos encaminan en el sendero del desarrollo deportivo.
En esta tercera década del siglo XXI estamos recibiendo golfistas junior para recibir clases de golf y para embarcarse en procesos de alto rendimiento cuyo espectro de atención y relacionamiento interpersonal evidencia dificultades. En Black Iron Golf Academy somos conscientes de estos retos estructurales del entorno y queremos aprovechar todas las experiencias que nos ofrece el golf para formar integralmente jóvenes deportistas que tengan confianza en la construcción de procesos para desarrollar sus propias habilidades y además sean autónomos y disciplinados en el compromiso con su propio proceso deportivo.