Cuando acudimos a un profesor de golf, ya sea en un formato de clase de golf o en el marco de un proceso de alto rendimiento, siempre buscamos, además de pasar un buen rato haciendo ejercicio y deporte, mejorar nuestro juego y hacer cosas que antes no podíamos hacer.
En las últimas décadas se ha visto una explosión de teorías sobre la técnica ideal de swing, las cuales han ido disminuyendo a medida que la tecnología nos permite a los profesores de golf hacer observaciones más precisas sobre lo que está ocurriendo en un movimiento y desde ahí encontrar consensos.
A pesar de estos avances, la pregunta clave de cómo mejorar no es solamente técnica y no solamente se debe analizar con tecnología. Los consejos de antaño, de personas que dedicaron buena parte de sus vidas a entrenar y mejorar, también contienen información valiosa sobre cómo hacer menos golpes en un campo de golf, y hacerlo de manera consistente. Los consejos más valiosos de otras épocas para los golfistas ejecutivos y juveniles con tiempo disponible escaso pueden resultar invaluables. Hasta que no tengamos tecnología que mida los resultados y cómo nuestro cerebro procesa el aprendizaje, todo lo tenemos que aprender de manera indirecta, viendo y sintiendo cómo nuestro cuerpo y la bola se comportan al hacer el golpe. La calidad de nuestros golpes y la facilidad para hacerlos nos ayuda a determinar si nuestro entrenamiento de golf puede mejorar o si nos está apoyando en ese proceso de desarrollo motor que necesitamos para ser mejores y más coordinados golfistas.
En la academia de golf, Black Iron Golf Academy situada en la Costa del Sol en Málaga, España, nos enorgullece dar clases de golf combinando estos dos enfoques: por un lado un trabajo técnico y biomecánico con una aproximación conceptual, profunda y propioceptiva que ayudan al jugador a tener claridad sobre lo que debe mejorar. Este aspecto de la enseñanza en el marco de una clase de golf o un proceso es por supuesto estratégico, porque es lo que guía el tipo de práctica, características y duración que debe tener, además de las sensaciones que debe estar siguiendo el jugador. Todo ello soportado por la última tecnología, como Trackman 4 entre otras. Dicha tecnología nos ayuda a tener datos precisos que permiten analizar los resultados y las causas para poder tomar mejores decisiones en los entrenamientos y que concluyen con un desarrollo del jugador más eficiente. Por otro lado, trabajamos bajo un enfoque pedagógico que le da énfasis al estudio riguroso de las mejores formas para practicar o entrenar al golf. Solo así podemos asistir a nuestros jugadores con información valiosa (como por ejemplo, drills de golf u objetivos concretos para cada entrenamiento), de tal manera que, si tienen tiempo de entrenar entre clases particulares de con nuestros profesores de golf, optimicen ese tiempo y obtengan resultados casi como si un coach estuviese con ellos.
¿Cuál es el entrenamiento ideal para un golfista? Podemos decir que mejorar implica el desarrollo de múltiples procesos de desarrollo neuromuscular que se estimulan con el entrenamiento adecuado. Un estímulo para algún tipo de jugador quizás sea muy complejo de absorber, lo cual puede llevar a la frustración y la pérdida de interés en el proceso. Para otro jugador otra práctica puede ser demasiado fácil y por tanto no está generando ningún esfuerzo coordinativo en el sistema motor del golfista, lo cual también significa una pérdida de tiempo. Además del nivel de dificultad, las características de cómo practicar golf, también son muy importantes. ¿Debo pegar múltiples bolas al mismo objetivo desde las mismas condiciones iniciales? O por el contrario, ¿la mejor práctica se da entre más variabilidad y dificultades pueda yo poner al jugador? Vayamos a los detalles: ¿cuál es la mejor forma de practicar el juego corto, entrenar el putt, o trabajar el swing completo? En nuestra próxima entrada estaremos hablando de un principio a nivel neuromuscular que nos puede ayudar a responder estas preguntas difíciles.